lunes, 19 de mayo de 2014

Capítulo 1: Un día londinense - El corazón de Jade

Capítulo 01: Un día londinense.

Amelia


Amelia soltó un bostezo mientras se levantaba. Era un precioso sábado por la mañana... Todo lo bonito que puede ser en el siempre lluvioso Londres. Las diminutas gotitas de agua golpeaba débilmente el cristal, pero el sol brillaba en el cielo, creando un impresionante arcoiris. La chica sonrió, y se lo tomó como una señal de que el día iba a ser interesante.

Se vistió, poniéndose su atuendo especial. Se sentía muy cómoda con él, y, además, eran las ropas que había llevado en aquella impresionante aventura con esa gente tan especial... Por aquel entonces sólo tenía doce años, pero su gran inteligencia y su condición de campeona de ajedrez británica le habían abierto la puerta a una experiencia... Bueno, indefinible. Había sido tan enriquecedora como peligrosa, y Amelia sabía la suerte que había tenido de haber salido indemne. Bueno, casi indemne. Pero las fracturas se curaban con rapidez y eficacia, máxime siendo tan joven como ella lo era, por lo que no le habían quedado secuelas del suceso. Se calzó las botas mientras recordaba todo lo que le había pasado aquellos días.

Con una sonrisa, recordó cómo, en el fondo, los diabólicos enigmas del malvado Descole habían resultado ser toda una diversión para su joven mente. Pese a lo valioso que era lo que estaba en juego, una parte de ella había disfrutado aplicándose a fondo en la tarea de resolver todos aquellos misterios. Todos ellos habían tenido trampa, y estaba orgullosa, en el fondo, de no haber caído en ninguna. ¿Lo más antiguo? Las estrellas, por supuesto. ¿Cómo era posible imaginar otra cosa? Y, sin embargo, mucha gente había fallado aquella sencilla pregunta, en favor de obras de arte que bien podían tener unos cuantos cientos de años de antigüedad, pero que, junto al cielo nocturno, eran apenas bebés balbuceantes en lo tocante a la edad.

Se trenzó el pelo y se dejó el flequillo, tal y como solía hacer ahora. Ya no llevaba su lazo a diario, pero vistiendo aquella ropa... Qué menos. No podía hacerle semejante feo al pobre lazo. Así pues, se lo colocó con cuidado, descubriendo, maravillada, que, tras cinco años, sus dedos seguían sabiendo cómo se ponía una un lazo sin desgraciarlo entero.

Le sonrió a su reflejo, y juzgó que estaba presentable. Bueno, la ocasión lo merecía. Una comida con su viejo amigo, el profesor, y con el pequeño Luke... El pequeño Luke. Cuando lo conoció, aparentaba tener unos diez u once años, pero en realidad no pasaba de los siete. Y, sin embargo, hablaba y razonaba de una manera no muy lejana a la de ella misma. Aquel niño también era un prodigio... Al igual que su mentor. Amelia nunca había conocido a un hombre tan caballeroso e inteligente. ¿Cómo les habría afectado el paso del tiempo? ¿Seguirían siendo los mismos de antes? Seguro que sí. Y, sin embargo, no pudo evitar sentir un cosquilleo en los dedos de la emoción.

De un humor excelente,  cerró la puerta de su piso y bajó las escaleras a saltitos. Le gustaban aquellas mañanas tan londinenses. La hacían sentirse como en casa.



Layton
El Profesor se levantó tan puntual como siempre. El sol brillaba en el cielo, pero las nubes grises que amenazaban lluvia dificultaban el paso de los tímidos rayos de luz. Hershel calculó que empezaría a llover en unos diez minutos, y se percató de que no tenían pan ni huevos para el desayuno, por lo que bajó a la tienda de la esquina a comprar lo que necesitaba, a paso ligero. 
Y acertó en sus predicciones: no bien hubo entrado por la puerta de nuevo, una fina llovizna comenzó a azotar los cristales. Con una sonrisa, el Profesor se puso a preparar el desayuno. 






Luke

Mientras el Profesor terminaba de freír la panceta en la cocina, el pequeño bulto envuelto en sábanas de la habitación de al lado comenzó a revolverse. La tela estaba enrollada alrededor de su cuerpo con tal maestría que casi no se distinguía dónde terminaba una y empezaba el otro. Cualquiera hubiera pensado que era un cadáver, envuelto en sábanas para deshacerse furtivamente de él, pero era sólo la manera un tanto movidita que tenía Luke Triton de descansar. 

Medio despierto ya, Luke olisqueó el aire, y abrió mucho los ojos cuando el olor a panceta inundó sus fosas nasales. Con un salto que habría hecho palidecer a cualquier gimnasta profesional, se deshizo de la sábana, y en dos pasos se plantó en la cocina, pegado al Profesor.

-Luke, apártate un poco o te quemarás con la sartén -le advirtió Layton, pero lo hizo con un tono vagamente resignado, como si supiera de antemano que el niño no se iba a mover de allí hasta que se tomara su ración de panceta. Sacudiendo la cabeza, comenzó a darle la vuelta a las finas lonchas de carne, mientras Luke seguía a la espátula con la mirada. Una mirada llena de gula y deseo, eso sí.


Flora

A Flora Reinhold le encantaba cocinar. Y eso no quería decir que fuera una maestra en lo que a la cocina se refiere, ni mucho menos, porque, y pese al empeño que le ponía la pobre chica, sus platos no eran lo que se dice... Comestibles. Aunque esto no hacía que su impulso creador culinario decayese, sino que, por el contrario, la animaba a participar activamente en la creación de todos los platos que se preparaban a menos de un kilómetro de ella. 

Así pues, en cuanto olió la panceta que el Profesor estaba friendo para el desayuno, saltó ella también de la cama, pero por motivos completamente diferentes, y corrió hasta la cocina, casi más rápido que Luke, el cual ya estaba pegado a su maestro. Flora le cogió el brazo con el que manejaba la sartén.

-¡Profesor! ¿Puedo ayudarle en algo?

-Oh, Flora, eres muy amable, pero ya casi he...

Sin esperar una respuesta, Flora se dirigió a la nevera y cogió dos plátanos, el brick de leche, zumo de naranja y un poco de queso. Troceó el queso y los plátanos y, antes de que nadie pudiera hacer nada para evitar el terrible sacrilegio contra la buena cocina que iba a tener lugar, los echó en la batidora junto con la leche y el zumo y pulsó el botón rojo. 

-¡Yo me encargo de la bebida, Profesor! -exclamó mientras vigilaba el progreso de su mejunje. Concentrada como estaba en ver cómo progresaba su bebida, no vio cómo Luke y Layton intercambiaban una mirada de terror mudo.


 Luke y Layton

Cuando al fin terminó de freír la panceta, y Flora canturreó para anunciar que su extraño brebaje ya estaba listo, Layton procedió a freír tres huevos, los puso en el mismo plato que la panceta y lo llevó a la mesa. Luke se había encargado de tostar el pan, por lo que ya estaba todo listo. Pusieron la mesa entre los tres, y se sentaron a tomar el desayuno. Luke, como de costumbre, hizo una pequeña obra de arte y equilibrio con la panceta y el huevo, mientrs Flora y el Profesor se mostraban más civilizados, poniendo el huevo sobre un fino lecho hecho con la panceta que había escapado a la voracidad de Luke. Flora les sirvió un vaso bien lleno de su Bebida Especial 7, como había decidido bautizarla, y los dos hombres de la casa se miraron, con la expresión de quien lleva sobre sus hombros el peso del mundo, antes de tomárselo de un trago. 

-¿Os gusta? -preguntó Flora con ilusión. El Profesor asintió, y Luke alzó un pulgar. Ninguno de los dos se atrevía a abrir la boca, por temor a lo que pudiera pasar... O salir volando de ella. Pese a que sus cuerpos se lo estaban pidiendo a gritos, no querían vomitar aquel extraño brebaje, y menos delante de la pobre Flora-. ¡Genial! No sabía si me había pasado con el orégano y la mantequilla, la verdad...

Luke abrió mucho los ojos, mientras sentía que le abandonaba la fe en la humanidad. ¿¡Cómo era capaz Flora de pensar que el orégano, la mantequilla y el queso eran buenos compañeros para el zumo de naranja y la leche!? Más aún, ¿¡cómo era capaz de usarlos a ellos como conejillos de Indias!? Aquello era una alta traición a su confianza. 

Adivinando lo que pensaba, el Profesor negó casi imperceptiblemente con la cabeza. Luke captó el mensaje, y se abstuvo de preguntarle a Flora si pensaba repetir el plato. "Me debe una, Profesor", pensó el chico mientras se tragaba como un valiente las lágrimas.

-Bueno, chicos -dijo el Profesor cuando terminaron de recoger la mesa-. Hoy hemos quedado para comer con Amelia, no se os olvide, así que...

Como imaginaba, no pudo terminar la frase.

-¿Con Amelia, Amelia? -saltó Luke, emocionado-. ¡Genial! Es tan listaaaa... De mayor quiero ser como ella. Como ella y como usted, Profesor.

Layton sonrió.



 Flora

-¿Quién es Amelia? -le interrumpió Flora, mientras sentía que la invadían los celos. Toda mujer ajena a su grupo suscitaba en ella cierto rencor, incluso si no las conocía.

-Es una vieja amiga, Flora. Ahora mismo tiene más o menos unos diecisiete años. Verás cómo os lleváis bien.

Flora se enfurruñó un poco, pero decidió confiar en el Profesor. Claro, que de quien no se fiaba era de Amelia.

-Bueno, chicos. Preparaos. Hemos quedado a la una, y ya sabéis que un caballero no hace esperar a una dama.

"¿A una DAMA?" pensó Flora, mientras sentía otro ramalazo de celos. "Jo, menuda bruja va a ser esta."

  
Chelmey

-¡Buenos días, mi amor! -gorjeó la señora Chelmey mientras abría las cortinas del dormitorio principal. El inspector tuvo la fortuna de levantarse después del pequeño chaparrón, por lo que pudo ver cómo la luz del sol bañaba Londres, lo que le puso de bastante buen humor (por suerte para todos).

-¡Cariño! Qué bien huele a tus bizcochos -se relamió Chelmey. Los dulces de su mujer eran su gran pasión.

-Especialmente para ti. Rellenos de crema de arándanos -sonrió la señora Chelmey. Señaló una bandejita que había dejado en la mesilla de su marido. 

-Oh, cielo. Qué bien huelen. Muchas gracias.

Chelmey se levantó para besar a su mujer. De puertas para  fuera era un hombre muy gruñón y protestón, y había quien llegaba a calificarlo de violento e irascible, pero era en su casa donde sacaba a relucir su verdadera personalidad: un hombre sencillo, amable, que sólo quería lo mejor para su mujer. 

Mientras desayunaban en la cama, Chelmey tuvo el presentimiento de que iba a ser un gran día. Una llamada de teléfono por parte de Barton empañó ligeramente aquella felicidad.

-¿Dígame?

-Um, señor, verá, tenemos que ir hoy a hacer ronda por la zona de...

-¡Pero bueno, Barton! ¿Tú te crees que estas son horas de llamar un sábado?

-Eh, bueno, señor, son las once, y...

-¡Ni once ni gaitas, Barton! La próxima vez que llames, procura que no sea tan temprano. ¿Qué decías de una ronda?

-Que hoy nos toca hacer ronda, señor... -murmuró Barton, resignado. Sabía que, en el fondo, su superior le tenía aprecio, pero había veces en las que era bastante complicado llegar a percibirlo.


?

Espera. Está oscuro, pero espera. Casi, casi... Unas horas y será libre. Y, entonces, su venganza no conocerá límites. Espera...  

2 comentarios:

  1. Me ha entrado hambre leyendo este capítulo, eh :) Está bien: la redacción impecable, los personajes bien llevados y un final intrigante. no cnozco a losperonajes, así que no puedo decir mucho, pero pinta genial.
    Disculpa mi tardanza pero no he teido demasiado tiempo para pasarme por aquí.
    [Por cierto, ya acabé el fic de Fullmetal Alchemist y tengo un par de cosas que decirte sobre el de Inazuma Eleven que no se si te van a gustar mucho... Pero bueno, lo más seguro es que tenga que rehacerlo...]
    Sigue así de bieeen~!

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  2. Hola!! muchas gracias por pasar por mi blog :) y apuntarte a mi Sorteo!! me da alegría que te guste que mis diseños!, tengo que decirte que ya estas dentro de mi sorteo. Mucha suerte :D

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